Inma Escriche fue diagnosticada de
un cáncer de pulmón con metástasis en estadio IV. Los médicos le dieron 4 meses
de vida y ya han pasado 2 años. La enfermedad, no sólo le ha cambiado sino que
ahora disfruta de manera diferente de lo que antes no daba importancia y los
pequeños momentos se convierten en grandes. En todo este proceso, el papel de
la fe y la oración le han ayudado a afrontar la enfermedad y quiso mostrar al mundo que esta se puede
sobrellevar y vivir con alegría, apoyada en la fe.
El desafío de confiar en Dios
En un testimonio publicado por la
Diócesis de Getafe, esta feligresa de la parroquia de Nuestra Señora del Pilar
de de Valdemoro cuenta que Cristo ha sido su refugio en este tiempo. “Cuando
recibí el diagnóstico, descubrí en mi misma la capacidad de confiar y una
paciencia que antes no tenía y he tenido que desarrollar”, afirma.
Inma explica haber encontrado un
sentido en el sufrimiento, pues “en ningún momento he vivido la enfermedad como
un castigo, sino que, gracias a que tengo fe, he encontrado consuelo para
afrontarlo con entereza. Más bien ha sido la forma que ha tenido Dios de
frenarme en mi acelerada vida, en la que me ha puesto la prueba más dura, que
es la de confiar en Él”.
También tiene una palabra para todo
aquel que lo ve todo oscuro: “ante las dificultades, las pruebas, no hay que
perder la esperanza, se puede vivir con ello y hay que utilizarlo y ofrecerlo
para mejorar como personas”.
Las oraciones, la otra parte de su tratamiento
Para ella Cristo es esta luz que
ilumina la oscuridad. Confiesa que “lo que no me deja flaquear, aunque soy una
persona fuerte, son las oraciones que recibo cada día y la confianza en Dios.
En Él confío para que sea lo que Él quiera”.
Inma habla cómo la enfermedad ha
ido moldeando su vida: “me ha abierto los ojos y miro el mundo de otra manera.
Es como si me hubiera ampliado la gama de colores que antes no conocía”.
Con metástasis y con una supuesta
muerte inminente, esta madre de familia lejos de hundirse asegura que “la
alegría se ha convertido en mi seña de identidad. Aunque suene extraño, estoy
disfrutando de todo lo bueno que me está aconteciendo”.
“Esta nueva situación nos ha aportado a todos
poder disfrutar de momentos únicos, como por ejemplo que ahora compartimos la
hora de la comida todos los días, yo estoy para recibirles y acompañarles,
según el día preparo yo la comida, según como me encuentre del tratamiento, son
ellos los que se deben encargar, pero no lo vemos como un drama, si no como una
oportunidad de estar juntos”, explica esta enferma de cáncer.
La risa es ahora mayor que nunca
Además, Inma confiesa que “en casa
ahora se ríe más que nunca. Esto es extensible a los amigos, desde el primer
momento se han volcado conmigo, ayudándome en todo tipo de tareas o rezando
mucho por mí. Y, por supuesto, la familia, que aun estando lejos, siempre
aparece en los momentos clave cuando se les necesita”.
Esto se manifiesta en que “ahora suelo
destacar –agrega esta católica madrileña- por mi sonrisa. ¡Con lo seria que he
sido siempre!, pero ¿cómo no voy a disfrutar de todos los que me rodean? No
paran de llegarme mensajes de conocidos y desconocidos, mensajes de ánimo y de
fe. Estoy viviendo situaciones que ni me hubiera planteado, conociendo la
bondad del ser humano, disfrutando de cada día aprendiendo a distinguir entre
lo que verdaderamente importa”.
Como conclusión, Inma Escriche
insiste en que “no pienso en negativo, no pienso en muchos días por delante. Me
centro en el aquí y en el ahora y, sobre todo, tengo todas mis esperanzas
puesto en la ciencia y, más que nunca, en Dios”
Fuente: Religión en Libertad
Testimonio en Mater Mundi