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Olga Bejano Domínguez



Los Garabatos de Dios

Cuando en 1987 le hicieron una traqueotomía para que pudiera respirar, empezó a comunicarse a través del papel. Cuando ya ni siquiera pudo escribir, se comunicaba con garabatos que hacía con la mano y la pierna, casi inmovilizadas. Así ha vivido Olga Bejano más de veinte años, luchando por una vida digna y por dar esperanza a los demás



Olga Bejano nació el 3 de Noviembre de 1963, en el seno de una familia de profundas raíces cristianas. Sus padres, Juanma y Mª Carmen, de fe recia y miembros activos del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, transmitieron a sus hijos lo que ellos tenían por la perla preciosa y el tesoro escondido: su FE

Olga creció junto a sus 3 hermanos, era la segunda, y tuvo una infancia feliz. A los 12 años fue operada de una apendicitis de la que tardó 8 horas en despertar de la anestesia. Ese fue el comienzo de una grave y desconocida enfermedad neuromuscular. El primer síntoma fue un cambio en su voz y siguió una dificultad para tragar y deglutir los alimentos. El cuello, los brazos y las piernas fueron poco a poco debilitándose.

Comenzó un largo peregrinaje por médicos y hospitales, pero la enfermedad parecía no tener un diagnóstico y por lo tanto tampoco había un tratamiento, ni posible curación.

A pesar de todo intentó llevar una vida lo más normal posible. Continuó con sus estudios de arte y decoración, especializándose en fotografía obteniendo el título de fotógrafa profesional. Y entre una cosa y otro estudió también puericultura. Sus dos pasiones eran el arte y los niños.

La rama de su vida se truncó definitivamente un domingo, 27 de mayo de 1987. Tenía 23 años. Ese día sufrió una parada de glotis que le impidió respirar, lo que le ocasionó varias paradas cardiorrespiratorias y entró en un coma profundo. Pasó cinco días entre la vida y la muerte. Milagrosamente salió del coma y su mente no presentó lesiones graves, pero su cuerpo quedó totalmente paralizado debido a la falta de oxígeno. Olga vivió en esos días una experiencia cercana a la muerte, comúnmente llamada “experiencia del túnel”. En esta experiencia, su vida sufrió una transformación espiritual y religiosa impresionante. A pesar del gran sufrimiento físico y psicológico que desde entonces fue creciendo, fue descubriendo y acercándose a un Dios amor.

Se comunicaba con unos garabatos que lograba con un leve movimiento de su mano derecha y que sólo entendía su enfermera. 

En 21 años escribió cuatro libros. En «Voz de Papel» y «Alma de Color Salmón» reflejó su enfermedad, su fortaleza, su sentido del humor. «Los Garabatos de Dios», publicado en 2008, recogió su vivencia espiritual y religiosa. Allí explica que escribe porque «el Cielo» se lo pidió en sueños. Su obra póstuma  “Alas Rotas”. Sólo Dios sabe a cuantos de sus lectores ha llenado de esperanza y ha ayudado a vivir. A su habitación llegaban gentes de todo el mundo, atraídos por su ejemplo de vida, pidiéndole consejo, consuelo, ayuda, oraciones….

Tenía confianza «en Dios, en la Virgen María, en el Espíritu Santo y en mi Ángel de la Guarda». Comparaba su relación con Dios con un enamoramiento: «me levanto pensando en Él, durante el día pienso en Él y al acostarme, cuando más relajada estoy, en la oscuridad y el silencio es cuando Él se siente mejor para hacerse oír». Creía que su esfuerzo era útil: “soñé que el Señor me decía que iba a sufrir mucho, pero que mi sufrimiento iba a ser muy fértil”. El tiempo le dio la razón. Gracias a su testimonio varias personas decidieron optar por la vida ante el suicidio.

 “Cada día que comienza tengo nuevos sufrimientos, pero no importa estoy convencida de que la vida vale la pena […] Inevitablemente el dolor te conecta con Dios, ¿quieres saber por qué?”, escribió en la presentación de Los Garabatos de Dios, a través de un vídeo que se puede ver en YouTube.


A Ramón Sanpedro: “¿Por qué no luchas?”

Defensora de la vida, se oponía a la eutanasia y pedía más apoyo a los enfermos: «en vez de hablar de muerte digna, se debieran ofrecer ayudas para facilitar la vida digna». Además de «cariñoterapia», añadía, se requiere «trabajo y dinero y es fácil, cómodo y barato legalizar la eutanasia».

Olga Bejano comenzó a ser más conocida cuando la película Mar Adentro, protagonizada por Javier Bardem en el papel del pentapléjico Ramón Sampedro, consagró la eutanasia como forma de acabar con el sufrimiento y lo quiso elevar a la categoría de “derecho humano”.

Gracias a la película se supo que Olga y Ramón habían mantenido breve correspondencia, hecho que también había contado Olga en su segundo libro, Alma de color salmón.

En él, la autora relataba: “Ramón me dijo que no podía entender cómo en esas condiciones yo quería seguir viviendo; le respondí que tenía tantas ganas o más que él de irme. Al contrario que él, yo sí era creyente y quería que Dios decidiera cuál era mi día y mi hora, mientras tanto lucharía por conseguir la asistencia que necesito”.

“Le propuse ¿por qué en vez de luchar para morir no luchas para vivir? ¿Por qué no luchas por conseguir una vida independiente, personal que te cuide, una silla eléctrica que te lleve de paseo, un ordenador que puedas usar con la voz? Yo nunca diré sí o no a la eutanasia, daré testimonio con mi vida, los hechos son lo único que cuenta”, añadía.


Vivir al límite

En la última entrevista que concedió con motivo de la publicación de “Los Garabatos de Dios”, a finales de 2007, Olga decía lo siguiente: “En este libro explico cómo el Señor me ha ido enviando a lo largo de estos veinte años porciones de conocimiento y sabiduría. Estos maravillosos regalos, eslabones de una misteriosa cadena, me han permitido abrir mi mente, madurar y crecer espiritualmente”.

“Al principio no era consciente de lo que el Señor estaba haciendo conmigo y, ante la aparición de los regalos divinos, decía lo que casi todos los mortales: ‘¡Qué casualidad, qué coincidencia!’. Hasta que, poco a poco, me fui dando cuenta de que todas esas casualidades y coincidencias no eran tales, y que todas, toditas, todas venían del Cielo. El Cielo hace las cosas más grandes de la manera más sencilla y todos sentimos cuándo un sueño es diferente”.

“Mi materia está presa pero mis pensamientos y sentimientos son libres. Nadie puede pensar o sentir por mí. En eso y sólo en eso soy libre. No faltan los que opinan que soy un vegetal y que mi vida no tiene valor ni sentido, pero un vegetal que piensa y siente puede ser capaz de escribir y hacer pensar y sentir a los demás.”

"El alma es más fuerte que el cuerpo, mi madurez espiritual y crecimiento personal han sido motivados por el sufrimiento y por la superación personal día a día.”

“Mi oración es algo constante, no falta en ninguno de mis días. Desde que descubrí a Dios me sucede algo similar a cuando una persona se enamora: me levanto pensando en Él, durante el día pienso en Él y al acostarme, cuando más relajada estoy, en la oscuridad y el silencio es cuando Él se siente mejor para hacerse oír. En la oración lo que cuenta no es lo que nosotros hacemos, sino lo que Dios hace en nosotros durante ese tiempo. Cuando rezo le pido fuerzas a Dios para que me ayude a llevar una Cruz que cada día pesa más.”

“Todos sabemos que lo peor de una enfermedad incurable es el principio y el final. Mi sprint final, por muchos motivos, me está resultando muy difícil, por eso pido oraciones en abundancia. Siempre os estaré agradecida porque habéis sido un estímulo para seguir viviendo al límite de lo imposible”, explicaba Olga Bejano en la última entrevista que concedió.

Poco antes de fallecer, Olga Bejano preparó «Alas rotas» que puede considerarse como su testamento espiritual. En este libro se ofrece una de las reflexiones más lúcidas y humanizadoras sobre la condición del hombre, el sufrimiento y la capacidad de superación personal. Alas rotas llegó póstumamente, pero en él Olga resume un poco el espíritu de los tres anteriores, y constituye una introducción global a su caso, dando razón de lo que en los demás volúmenes trataba por extenso: su via crucis médico, su lucha por los derechos de los enfermos, su itinerario espiritual.

Con este libro, que supone el cierre de una obra que ha cautivado a miles de lectores, se abre por última vez al lector la fascinante intimidad de la autora. Con su heroico esfuerzo por llevar adelante su gravísima enfermedad sin ceder nunca al desaliento, Olga demostró que el sentido de una existencia no depende tanto de la calidad de vida como del empeño por ir más allá de uno mismo y de saber abrirse a los demás.

Olga, murió en la madrugada del 5 de diciembre de 2008 debido a una parada cardiorrespiratoria. Tenía planes para su muerte: «cuando me vuelva a ver de nuevo en el túnel de luz, le diré a mi guía: Aquí estoy de nuevo, pero esta vez traigo hechos los deberes».

Página de Olga: AQUI