“Nacemos para no morir nunca”
Chiara Corbella (1984-2012), la joven madre italiana que renunció al
tratamiento del cáncer para no perjudicar a su hijo, a costa de su propia vida.
Su testimonio de fe, junto con el de su marido Enrico Petrillo, ha cambiado
muchas vidas.
Tuvo dos hijos con malformaciones que a pesar de saber que morirían al nacer quiso respetar la vida y continuar con la gestación de los pequeños. El tercer embarazo venía bien... pero esta vez la enferma era ella.
Enrico Petrillo y Chiara, se
conocieron en Medjugorje, en el verano de 2002 y se casaron seis años después,
el 21 de septiembre de 2008. A los pocos meses, Chiara se quedó embarazada de
su primogénita, Maria Grazia Letizia. Sin embargo, con las primeras ecografías
llegó la primera prueba de fuego: la pequeña sufría anencefalia, una
malformación que, generalmente, provoca el fallecimiento del bebé poco después
de nacer.
A pesar de la condena a muerte que
pesaba sobre su hija, Maria Grazia “les hizo abrir su corazón, abrió la puerta
a la gracia y entró el amor verdadero, la eternidad”. Chiara no dejaba de
repetir que “cada patadita de la niña era un regalo”. Vivió media hora. Para el
funeral de Maria Grazia, Enrico preparó un recordatorio con una sencilla frase:
“Nacemos para no morir nunca”. Era la primera vez que sus amigos y familiares
la leían. Esta frase, que da título al libro en el que se narran las vivencias
de este matrimonio, resonó a lo largo de cada paso del camino.
Pocos meses después de la muerte de
Maria Grazia, los Petrillo esperan de nuevo la llegada de un bebé Davide
Giovanni. En esta ocasión, el niño viene con graves e insólitas malformaciones.
Era un matrimonio jovencísimo para el que se repetía la misma historia. Se
preguntaban si debían cerrarse a la vida. La respuesta de Enrico fue
contundente: “Si Dios crea la vida para la eternidad, ¿debo yo negarme a
ella?”. “Sí, muchas veces nos hemos hecho esa pregunta, ‘¿dónde me está
llevando Dios con estas pruebas?’.
Era bonito fiarse y caminar juntos
en este valle oscuro, donde sentíamos que alguien nos conducía aunque no
viéramos”. “Todo escapaba a cualquier lógica humana pero yo estaba en paz”,
cuenta en el libro. Con esa paz recibieron a Davide Giovanni que, después de 38
minutos, “nació al Cielo”. Chiara escribe en marzo de 2010 que el pequeño
Davide “ha vencido nuestro ‘derecho’ a desear un hijo que fuera para nosotros,
porque él era solo para Dios”.
En ambos casos, Enrico asegura que,
pese a las malformaciones de sus hijos, la palabra “aborto” nunca pasó por su
mente. “Para nosotros, no existía el problema de elegir”. “Pero ¿estabais
contra el mundo?”, le preguntamos. “Más que tener al mundo en nuestra contra,
estábamos con el Señor. En el momento en el que te lo preguntas, es como si
hubieras abierto el diálogo y la posibilidad de otra cosa”.
La enfermedad
Después de ambas experiencias,
muchos les recomendaban abandonar la idea de tener hijos biológicos. Otros, que
esperasen. Pero “la idea de esperar nos entristecía”, en palabras de Chiara.
Una vez más, no dejaron pasar mucho
tiempo hasta que Chiara volvió a quedarse embarazada. Esperaban a Francesco
quien, según todas las pruebas, venía absolutamente sano. Antes de descubrirlo,
se notó un afta en la lengua, pero no le dio importancia. La llaga comenzó a
crecer a medida que lo hacía su vientre.
Asís fue una figura muy importante
en la historia del matrimonio. Allí conocieron a su director espiritual, el
padre Vito, que hoy sigue acompañando a Enrico.
Sonreír hasta el final
La herida de Chiara en la lengua
seguía creciendo y tras someterse a unas pruebas, es operada en marzo. Tenía un
carcinoma. Ante esta situación, Chiara no se quejó y, de hecho, afrontó esta
nueva prueba con una sonrisa. “Pese a la cruz que vivíamos, sentíamos cerca la
presencia del Señor; por eso, hemos reído y bromeado hasta el último momento.
Esto nos maravillaba también a nosotros mismos. Chiara sonreía siempre”,
recuerda Enrico.
Transcurrido un tiempo, Chiara no
podía hablar ni tragar, y los dolores eran cada vez más intensos. En el
hospital, pedía calmantes, pero, como estaba embarazada, no podían
suministrarle nada que aliviara su dolor. En marzo proponen al matrimonio
anticipar el parto naciendo el niño a los siete meses, para que así, Chiara
pueda someterse cuanto antes a la quimioterapia y a la radioterapia. La madre
lo tiene claro: no sometería a ningún riesgo a su hijo. Francesco nació en la
semana 37, el 30 de mayo de 2011.
No había tiempo que perder para la
segunda intervención, con la que limpiarían sus ganglios y la someten a cirugía
dos días después. El padre Vito decía que ver a Chiara era como ver el cuerpo
martirizado de Cristo el día de Viernes Santo. “Si aceptas el bien, ¿por qué no
aceptar el mal?”; está escrito. Cuando Jesús está en la Cruz, la única persona
que le dirige la palabra es otro que, como Él, está en la cruz.
Cuando padeces esos momentos de
sufrimiento, tu amistad con el Señor se fortalece. También te das cuenta de que
el sufrimiento es un regalo, porque pone en orden algunas cosas de la vida y te
das cuenta de quién eres”, asegura Enrico.
Chiara comienza el tratamiento de
radioterapia y quimioterapia. Después de un duro verano, los exámenes parecen
revelar una mejoría, pero, a finales de marzo de 2012, los peores temores se
hacen realidad: hay metástasis en un pecho, el hígado, los pulmones y un ojo. Permanece
en el hospital recibiendo antibióticos y siendo sometida a nuevas pruebas. Mientras tanto, Enrico permanece en casa
cuidando de Francesco: “Fue una de las semanas más horribles, pero el Señor
nunca nos ha desilusionado”. Para Enrico, el tumor de Chiara era como la
tercera pregunta de Jesús a Pedro tras la Resurrección. Su respuesta, como la
del apóstol: “Señor, tú sabes que te amo”. “Podría estar enfadado, sí. Si así lo
eliges, puedes tomar las decisiones de tu vida junto al Señor o puedes elegir
hacerlo sin Dios. Nunca me he enfadado porque el Señor estaba en nuestra vida y
sabíamos que Él es un Padre bondadoso”.
Morir feliz
A finales de mayo Chiara está
sufriendo un auténtico calvario, durante el que permanecía aferrada, más que
nunca, a la cruz. El 12 de junio comienza a agonizar, pero mantiene una enorme
serenidad y lucidez. Su marido recuerda que vio a Chiara “morir feliz”. “No era
la felicidad de la sonrisa, porque cuando mueres no hay sonrisa, pero era la
alegría profunda de quien sabe adónde va.
Chiara no solo ha muerto serena,
era algo más. Era como observar una de esas imágenes de Cristo sonriente en la
cruz”. “Francesco siempre dice que tiene una madre en el cielo y un padre en la
Tierra”. Antes de dejar este mundo, Chiara escribió una carta al pequeño en la
que le pedía que siempre se fiara de Dios. “Hace poco le leí la carta, y le
hizo mucha ilusión”.
Enrico y Chiara tuvieron tres
hijos, pero, fruto de su matrimonio, nacieron muchos otros “hijos
espirituales”. “Humanamente, habría preferido que Chiara estuviera aquí,
envejecer con ella, pero, al mismo tiempo, queda este consuelo: muchos niños
han nacido porque sus padres oyeron el testimonio de Chiara cuando nació
nuestra primera hija y deciden llevar adelante el embarazo. Este pensamiento me
llena el corazón de gratitud”.
Tenía 28 años y murió rodeada de
familiares y amigos. “Uno de los mensajes más bonitos que nos brindó es que se
puede ser feliz ya en este mundo, pese a todo. Si tienes como referencia la
eternidad, todo lo que sucede es poco en realidad”. Así se lo escribió Chiara a
su pequeño: “Cualquier cosa que hagas solo tendrá sentido si piensas en la vida
eterna. Si amas de verdad, te darás cuenta de que nada te pertenece, porque
todo es un regalo”. Como la misma vida de Chiara, una vida eterna porque nació
para no morir jamás.
A los cinco años de su partida al
cielo, el día 13 de junio en la Basílica de San Lorenzo Extramuros de Roma, la
Iglesia hizo público su proceso de beatificación
“Los santos son hombres y mujeres
como nosotros, que sintiéndose amados han descubierto un Padre al que todo le
es posible. Fiándose de Él han entendido que el miedo nunca dice la verdad.
Pidamos todos juntos al Señor que seamos testigos verdaderos. (Enrico Petrillo)”
Web Oficial: AQUÍ
Artículo publicado originalmente por Revista Misión
Testimonio de Chiara ante la muerte de su primera hija María